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viernes, 12 de febrero de 2021

A GRANADA

 


Tras un fin de semana en Granada, era septiembre del 2010,  una visita muy rápida, pero ciertamente muy llena de encanto, escribí los ocho poemas que dan cuerpo a mi poemario número 31, bajo el inevitable título A Granada, una ciudad llena de contrastes tan evidentes como el tener a pocos kilómetros la playa y la nieve, pero también en una historia  que le ha dejado la rica herencia de todo el complejo que forma el conjunto de su Alambra.

Decir Granada es decir el último vestigio árabe que quedaba en España, tan pletórico de belleza en sus líneas como las de este trozo del techo de la alambre que fotografié con vistas a una futura publicación.


De los ocho poemas de esta obra, he escogido dos, los que respectivamente la abren y la cierran.

En el primero expreso mi deseo de vivir el espíritu de Granada, ese espíritu que en el Generalife se concentra, pero que se puede encontrar escondido en cada uno de típicos lugares:

La Alambra da su fruto por Granada:
todas sus calles guardan su sabor,
ese que se concentra en cada plaza
como el jugo de los rayos del sol
tamizados en la arábiga belleza
que al trasluz deja entrever los misterios
eternos de nuestra naturaleza,
trazando un Generalife sobre el suelo
de las verdes ilusiones humanas.
Recorriendo tus jardines, los comparto;
sumiéndome en ti, los vivo, Granada,
como si más cosa no hubiera amado.




A partir del segundo, me recreo en ese espíritu donde se condensa la mezcla de lo árabe con lo judío y lo cristiano, para terminar en el último de los ocho reclamando vivir veinticuatro horas en la intensidad de esta tierra, veinticuatro horas de plenitud:

Veinticuatro horas, solo veinticuatro.
Si pudiera pasar un día en Granada,
siendo arte y parte de sus mil encantos,
diseñar los recovecos de una plaza,
aquella en la que se rozan dos manos
y luego los ojos y detrás el resto,
y perderme entre tus cien aposentos,
a la crepitante luz de tu fuego;
si pudiera amanecer en la Alambra,
veinticuatro horas en rojo vividas
como gota tras gota cae el agua,
llevándose toda cordura y vida…
Tendría reunida toda la experiencia
que en sumar tantos años he tardado
en tan solo veinticuatro horas plenas,
y cada efecto me sería mostrado. 

1 comentario:

  1. En el vídeo con que se abre la entrada, Luciano Pavarotti cantando la eterna canción Granada, de Agustín Lara.
    Las dos fotos las tomé en la Alambra. Una, un detalle del artesonado de sus techos; la otra, de uno de sus patios interiores, uno pequeño, pero lleno de embrujo para las parejas que lo buscaban en sus atardeceres.

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