Si guardo un orden cronológico, Tomás de Celano, coetáneo de S. Francisco de Asís y autor de sus dos primeras biografías, escribió también un poema considerado el mejor del latín medieval, del que copio sus primeros versos:
El día de la ira, ese día
el mundo se reducirá a cenizas,
según atestiguan David y la Sibila.
¡Cuán enorme temor sobrevendrá
cuando el Juez haga acto de presencia
para juzgarlo todo con rigor!
Un poema que impresionó vivamente a Böcklin, tanto como para que hiciera varias versiones del tema, algunas de las cuales se han perdido, unos grabados que plasman la imagen que transmite el poema: una isla hacia la que navega Caronte, llevando a bordo de su barca a un difunto. Y Rachamaninov construye todo su relato sinfónico alrededor de los chapoteos del remo sobre el agua. A continuación les invito a que disfruten de la interpretación de esta obra por la Simón Bolívar Symphony bajo la dirección de Manuel López-Gómez.
Mi Poema sinfónico opus 43 Dies Irae comienza con esta estrofa en la que se mezclan todos los temas que desarrollaron Celano, Blöcklin y Rachamaninov:
Sus ecos llegan, dies illa,
A los pies de aquel que mira
Los siglos hechos cenizas.
Y después vienen las cinco partes en que está dividida esta obra. Vamos a recorrer las estrofas iniciales de todas ellas. La primera, la lucha frente a la agonía, dice así:
Hasta mi propia conciencia
De esta bruma parece hecha.
Lo que antes como certeza
Tenía, en bruma queda
Y en ella como inconsciencia.
La segunda, la certeza de la muerte, lo hace con estos versos:
Cinco sonidos que recordar quiero
Dentro de la mortaja que es mi cuerpo,
Pues, si vida tuve, tendré recuerdos:
Se quedaron en cenizas mis tiempos.
Pero yo, si viví algo verdadero,
Algo que no se llevasen los vientos
Sino que yo lo soy, como un lucero
Brillará dentro de mis ojos yertos.
La tercera, el camino hacia la Isla, comienza así:
Mis pies sienten el frío en que me muevo,
Cinco sonidos, cinco chapoteos
Me muestren delante de mí al barquero,
Con cinco golpes llevándome lejos,
Lejos de la vida, lejos del cuerpo,
Cinco sonidos para un movimiento:
La barca que se mece en el silencio
Y en la bruma deja su chapoteo.
Perdidos los abalorios del tiempo.
En la cuarta, el diálogo del difunto con la muerte, comienza con estas líneas:
Larga túnica cubre al barquero.
A través de la bruma y sobre el velo
De profundas aguas hunde su remo,
Repitiendo los cinco movimientos,
Cinco sonidos que alzan alas de eco.
Las gaviotas responden desde el cielo
Y todas las voces dejan su verbo;
Solo yo permanezco fuera: quieto.
Y en la quinta, la llegada a la Isla:
Queda atrás la bruma sin que haya viento
Y delante de mí no hay barquero.
Mis pies en el agua, cesa el cimbreo,
Mis pasos no dejan huella en el suelo,
Playa agosta que da a un canino estrecho
Que sube, la oscuridad como techo.
Doy desorientados pasos inciertos,
Dentro de mis ojos, la bruma llevo.
La obra de Rachmaninov concluye con un estallido de vida; la mía, siguiéndola, acaba con esta estrofa:
con los que se dibuja el planisferio
cuyas calles llenaré con mi aliento;
cada gota es un pez, alas al viento,
cada gota, un dorado sentimiento
que busca llenar todo un pensamiento,
las manos repartiendo azules cielos,
las ventanas abiertas a los sueños
que llenan de arena el reloj del tiempo.
Joder, Jesús, hasta hablando de la muerte lo haces bonito! El final me ha parecido impactante, lleno de esperanza y de trascendencia. Ya leí La piel de todos los besos, me ha parecido genial y algunos poemas son inolvidables.
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