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martes, 23 de febrero de 2021

RECORDANDO A JUAN DE MAIRENA

 


El 22 de febrero de 1939 falleció Antonio Machado. Acaba de cumplirse su aniversario. Ya le dediqué una entrada, la titulada A Baeza, un poemario dedicado a Antonio Machado, pero hoy no se me aparta de la cabeza su Juan de Mairena, quizás el libro que más profundamente ha calado en mi forma de entender el universo machadiano.

La imagen que abre esta entrada es de la primera edición de esta obra, con un dibujo hecho por el hermano de Machado en el que se le da cuerpo a este personaje apócrifo central de la obra de Machado. En recuerdo tanto de su creador como del maestro Mairena, quisiera comentar más abajo tres de las citas que, cuando hice mi primera lectura, más me impresionaron y siguen llenándome de contenidos.

 La frase con que se abre el capítulo primero del primer libro (son dos) del Mairena es esta:

La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero.
Agamenón –Conforme.
El porquero –No me convence.

¿Cómo interpretarlo? Veamos un par de opciones dentro del terreno filosófico, aunque haya muchos más:

Una opción, dentro de la filosofía de la historia, es la dialéctica, que cada cual elija la que prefiera, la de Hegel o la de Marx, que aquí las dos son igualmente útiles: Agamenón, símbolo del poder, está de acuerdo con el status quo de la “verdad”, pero su porquero no, porque ve trampa dentro de todo lo establecido y aspira a cambiar ese status.

Otra, más en la filosofía de la lengua, es que el significado de las palabras y, por lo tanto, de la “verdad”, depende de la posición que ocupa cada uno dentro del sistema al que la lengua le da soporte. Si equiparamos la Verdad con Dios, la existencia de cualquiera de ellos –desde la escuela analítica de la filosofía- es tan indemostrable como su no existencia, aunque esta corriente se haya utilizado como ariete del ateísmo filosófico.

 Pero vayamos con otra frase:

-Señor Pérez salga a la pizarra y escriba: “Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”.
El alumno escribe lo que se le dicta.
-Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético.
El alumno, después de meditar, escribe: “Lo que pasa en la calle”.
Mairena – No está mal.

Dejemos aquí a un lado la filosofía, aunque siempre puede tener cabida en Mairena, y quedémonos en la simple poética.

La relación entre el fondo y la forma, entre el qué se dice y el cómo se dice, siempre es importante a la hora de analizar a un autor porque cada uno ha de hacer una elección sobre cuál de los dos es más importante: expresarse con una forma recargada, incluso barroca, como la que por entonces representaba Rubén Darío y su modernismo, o la forma más sencilla y directa que representaba el propio Machado y toda la generación del 98. ¿Hay que expresarse buscando la belleza formal por encima del qué se quiere decir, aún a costa de que el mensaje se desvirtúe o incluso se pierda,  o la mayor belleza reside en lo que, estando bien dicho, es comprensible? Vemos que Mairena opta por lo segundo.

 Y terminemos dentro del terreno de la retórica donde filosofía y poética se dan la mano con la sexta frase dentro del capítulo 1 del primer libro de Mairena:

Señores: la verdad del hombre –habla Mairena a sus alumnos de Retórica- empieza donde acaba su propia tontería. Pero la tontería del hombre es inagotable. Dicho de otro modo: el orador, nace; el poeta se hace con el auxilio de los dioses.

Y aquí, como en tantas citas del maestro Mairena, prefiero guardar silencio y reflexionar…

 


Y, permaneciendo en ese silencio, otras frases:

Los hombres que están siempre de vuelta en todas las cosas son los que no han ido nunca a ninguna parte. Porque ya es mucho ir; volver, ¡nadie ha vuelto!


Que cada cual hable de sí mismo lo mejor que pueda, con esta advertencia a su prójimo: si por casualidad entiende usted algo de lo que digo, puede usted asegurar que yo lo entiendo de otro modo.

Y finalmente, para cerrar, unos versos que Machado atribuye a Mairena y que sirvieron como epitafio a la historia de amor que sostuvo con  la poetisa y dramaturga Pilar de Valderrama, inmortalizada como Guiomar, quizás el mayor amor de Machado, incluso -aunque las comparaciones son odiosas-  por encima de Leonor:

Todo amor es fantasía:
él inventa el año, el día,
la hora y su melodía,
inventa el amante y más,
la amada. No prueba nada
contra el amor que la amada
no haya existido jamás.

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