La historia del hombre, con sus eventos,
a hacer un arte del descubrimiento
de la naturaleza,
de la propia sustancia
y de la trascendencia.
Este poema lo escribí hace ya bastantes años, no sabría concretar cuántos, sin ser capaz de darle continuidad, de darle un seguimiento temático de forma que se desarrollase a lo largo de todo un poemario.
Y es que, al cabo de esos años, me fui dando cuenta de que todo cuanto he escrito es el desarrollo de esa tema. No es momento de entrar en discusiones acerca de la verosimilitud de esos versos, cosa que si creo, pero si de dejar constancia de que cierta parte de cuanto he escrito, al menos en verso, lo constata.
Este poema hace de inicial y también de temático de La piel de todos los besos, publicado en el verano del 2000, En cierta forma porque la sucesión de las distintas partes en que está dividido ese poemario desarrolla ese tema, al menos en cierta parte y manera: el descubrimiento de la mujer, la historia de cómo tal cosa tiene lugar y todo su deambular y sublimación.
Quisiera cerrar recordando el primero de los cinto cinco poemas, entre los que no se cuenta el anterior, que tiene La piel:
en este otoño florido:
la luz de las velas
llena de recuerdos
las cáscaras vacías.
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