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domingo, 21 de marzo de 2021

EL MERCADO DE ANGERS

 

Con esta entrada concluyo las tres dedicadas a Angers y al libro dedicado a esta ciudad francesa, no porque el mismo se haya acabado sino porque creo que ya es suficiente. 

En la foto de más arriba, una visión de Angers desde su castillo.

Esta entrada toma su título del propio del poema que voy a compartirles, dedicado al mercado de la ciudad que sus lugareños montan los domingos y donde se ponen a la venta desde alimentos, haciendo hincapié en la gran variedad de quesos de la región del Loira,  hasta ropa.

Veámosla:

Se halla el sol en la cúspide de un cielo
que continúa lloviendo sobre Angers.
sus gentes –compañeras de las aguas-
pasean cadenciosas por el mercado
comprando sus ropas y alimentos.
Se respira sosiego por doquier;
fuera de su sitio, ni una mirada
rompe el trasiego de sus pies y manos.
 
¡Bendito paisaje de convivencia
urbana, con los frutos de la tierra
expuestos a los ojos de un extraño
que entre tanto gozo va diferenciando
los matices que halla en cada mirada
y los colores que muestra cada alma;
y en donde se halla con la diferencia
saliendo de entre tanta indiferencia!

 


Una figura, llena de silencio,
sentada sobre la mojada tierra
que da su firmeza al tronco de un árbol
que en el parque sería menesteroso,
sus cabellos, peinados por los vientos
y la lluvia que empapados los dejan,
y sus ropas –quizás buenas antaño-
perdido habían su ornato a los ojos.
 
¡Sus ojos! ¡Lo único que alzaba
desde las fértiles tierras de Angers,
con las que permanecía en contacto
para que el peso de su condición
tomase tierra para su descarga!
¡Lo único que en aquella mujer
seguía buscando un destinatario
al que inquirir sobre su postración!
 
Pero nadie responde a su llamada,
no les contesta ninguna mirada
ni dejan que ocupe lugar entre ellos:
nada vale su sitio en el paseo,
ningún comerciante lo ha reclamado
ni nadie demanda abierto ese paso,
dejándola estar fuera del paisaje
como si fuera un ruido soportable.
 
Delgada y pálida, ni el sol le presta
su sonrosada nota de color
ni el árbol le brinda cobijo y apoyo,
por si entonces no lo mudan a un parque;
apenas si la sostiene la tierra,
de tan etérea que es su condición.
¿Quién repara en ella, quién en sus ojos
se encuentra con su propia cuestión? ¿Nadie
 
O acaso aquel hombre que no habla solo
tras haber hablado con Dios un día (3)
y ha descubierto que todos los ojos
solo se diferencian en cómo brillan?

La foto incrustada a mitad del poema es la entrada del castillo, el lugar desde donde está tomad la primera foto. y el número tres, situado entre paréntesis casi al final del poema, remite a una anotación que copio literalmente del original: Referencia al poema Retrato de Antonio Machado:

…Converso con el hombre que siempre va conmigo
-quien habla solo espera hablar a Dios un día-




 

 


viernes, 12 de marzo de 2021

LA ESCALERA DE JACOB

 

la calle Escalonada que une, allá a lo bajo, el parque del ayuntamiento con, en la imagen situada detrás del fotógrafo, la Catedral, es uno de los lugares típicos para visitar en Angers y a esta calle le dediqué uno de los poemas de A Angers, titulado La escalera de Jacob, el cual consta de tres partes.

I.
Desde la plaza, grande y esplendorosa
manifestación de la vida diaria
en que la existencia adopta la forma
de la amplitud surtidora de agua
en la continuada fuente de la vida,
escoltada por jardines y estatuas,
infantiles zonas para las risas,
kiosco musical y áreas de lectura;
desde la plaza, un logro moderno
construido con respeto de la historia,
la fuente llena de nubes su cielo
y su tierra de colorida flora;
desde la plaza, se alza majestuosa
la realizada escalera de Jacob,
Cada escalón, la espina de una rosa,
ansia curada con dedicación.


II.
Los pies puestos sobre la vida diaria,
andando sobre mis necesidades
(¿quién las ordena y quién las reclama?)
y entre ambos busco hallar otro balance;
los ojos perdidos en lo más alto
donde mi mirada llegar podría;
y mis dedos en las teclas del piano
que interpreta cada uno de mis días.
¡Oh, cuán pobre partitura resuena
por las octavas de mi corazón,
que cada peldaño de esta escalera
abarca un día de mi comprensión!
¡Cuán desbarajuste entre mis dos manos,
cuán estropeada visión de grandeza
cuando miro hacia campos más lejanos
que los que alcanza mi pobre agudeza!



III.
Escala arriba, queda a la derecha
el afamado barrio medieval
en el que fonda buscan mis piernas
cuando solo hay sumisión y no más.
Entre sus casas, muchas se conservan
largos siglos como fueron alzadas,
líneas de arquitectura que se quiebra
según se va subiendo a otra planta,
como un mágico acordeón que interpreta
la sublimación de la humana sustancia.

jueves, 4 de marzo de 2021

DE SEVILLA A ANGERS

 


He estado cuatro o cinco veces en Angers, una ciudad situada en el departamento francés de Maine et Loire, y fue durante la que hice entre el 13 y el 28 de octubre del 2013 cuando escribí este libro, mi poemario número 42. Como suele sucederme que nada más ponerle el punto final mi atención pasó a otra cosa y como si lo olvidase, de sorprendente que me ha parecido cuando hoy lo he vuelto a leer. Tanto ha sido así que voy a tratarlo en varias entradas.

Está compuesto por diez poemas, que son los siguientes: Castillos del Loira, Ese punto donde me encuentro, ¿Qué hago aquí?, En el mercado de Angers, La escalera de Jacob, Línea Dos, Cien años, Ronsard, Perrault y Algo de la tierra de Angers. algunos de ellos, como el primero o el último, está formado por una sola unidad, pero otros por varias.

Hoy voy a compartir con ustedes Ese punto donde me encuentro, un poema comenzado en Sevilla y terminado en Angers y que da idea de qué ideas tenía por entonces en la cabez, y ¿Qué hago aquí?, que viene a ser la respuesta al anterior tema.

ESE PUNTO DONDE ME ENCUENTRO

I.
Ese lejano punto de partida
de todos los itinerarios,
donde comienzan
todas las travesías humanas;
siempre el mismo,
tan proceloso
y tan vacío,
siempre abierto a todos los mares
y a todos los firmamentos,
como unos ojos que miran sin saber lo que buscan,
como una intención inconsciente de sí misma;
siempre el mismo punto de partida,
el mismo horizonte,
los mismos paisajes,
las mismas piedras;
distintos derroteros
para partida y llegada,
siempre en el mismo sitio.
 
            II.
Aquí y ahora,
ese momento
sin sustancia propia
en el que me encuentro,
esa piedra angular
de la dificultad que vivo,
el punto en el que,
aquí y ahora,
parto,
y donde,
conciencia aquilatada,
arribo.

            III.
Alfa y omega,
principio y fin,
siempre en el mismo punto,
comienzo y fin
del itinerario
por los paisajes del alma:
el corazón.

 

 A propósito, la foto con que se abre esta entrada es la fuente situada en la plaza delante del Ayuntamiento de Angers y la que sigue también pertenece a los jardines de esa misma plaza.


¿QUÉ HAGO AQUÍ?

            I.
¿Qué hago aquí, donde las calles de Angers,
Contadas casi fuera de mi mano,
Me dejan sin papel?
Si yo estoy en mis asuntos –otro lado,
Otro tablero-, ¿qué estoy haciendo aquí,
Entre los altos castillos del Loira,
En vez de bajo el sol andalusí?
Días como hoy, todo lo pongo en duda:
Desde el crepúsculo que me designa
A las noches con que me preguntan
Por el nombre que llevo en este día.
¿Qué hago aquí, donde anochece tan pronto
Que parece que el día dura menos
Que el contraste de la luz en mis ojos?
 
            II.
Yo, ¿qué hago aquí, en un día como hoy?
Llueve y la lluvia me limpia las gafas
De los polvorientos rayos de sol
Que en Andalucía llenaban mi alma:
Me hace ver lo distinto
Que guardan la tierra y sus gentes,
Los castillos, las siembras y sus ritmos;
Aunque todo sea igual, es diferente.
Y la lluvia (agua limpia, agua sucia)
Recoge todas esas diferencias,
Dando respuestas a todas las preguntas
Sobre su  grandeur y nuestra pobreza.

             III.
Aunque nadie le preste su atención,
Se renueva el pasado:
Huellas de los dedos de quien lo creó
Miradas de unos ojos que bordaron
Sobre piedra o tejido su visión,
Respuestas que hoy surgen desde el ayer
Hablándonos de sueños y grandezas,
Tierras y gentes laboriosas de Angers
Trabajando bien el presente dejan
Algo propio tras el amanecer:
Castillos transformados en palacios
Y cuentos convertidos en leyendas,
Obras hechas a mano
Yendo tras la belleza.

              IV.
¿Qué hago aquí, si “hoy es siempre todavía”, (1)
Sino vivir las sombras del pasado,
Las que le quitan color a mis días?
¿Qué hago aquí, hacia dónde van mis pasos?
 
            V.
Hoy, fuera del tiempo,
Madura durante la larga noche
De los hijos del tiempo.

            VI.
¿Y yo, qué hago aquí, sino darme cuenta
De que donde me halle todo es igual?
¡Las flores del día son tan hermosas,
Más no guardan ninguna novedad,
Resuena en mis gastados oídos su lengua
Como la melodía más hermosa,
Pero cubriendo las mismas ideas
Que donde me lleve mi caminar!
¿Será que nadie construyó un camino
Que aleje sus pasos de este lugar,
O que bebemos todo el vino
Que conocemos como Humanidad?  

En el poema IV de ¿Qué hago aquí? hay una referencia a una nota situada al final del libro y que copio a continuación: Antonio Machado, Canciones, VIII: “Hoy es siempre todavía”.

Don Luis de Góngora y Argote

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