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domingo, 29 de noviembre de 2020

LOS DOS PATIOS DE MI INFANCIA


Así se llama el poemario número 15 que escribí, allá cuando era el año 2003, concretamente entre los meses de enero y febrero, Los dos patios de mi infancia, una obra en la que miraba hacia atrás, recordando aquella casa donde nací y donde transcurrieron muchos años de mi infancia y adolescencia, hoy cerrada y probablemente con sus interiores en ruina, así como las vivencias y sueños que allí tuve.

Este poemario consta de un poema inicial titulado Aquella madrugada y de sus cuatro partes, llamadas respectivamente  Los dos patios, Los cambios, La lluvia y La herida, un largo ir descubriendo el engaño, la mentira o la herida, como se prefiera llamar, en que vivía.

Voy a recoger en esta entrada el poema inicial, aquella noche, y el que da comienzo a la cuarta parte.  El primero está íntegramente referido al momento de mi nacimiento y dice así:

Aquella madrugada
la parturienta oscuridad
buscó refugio
en un solitario patio
de Alcalá de Guadaíra,
que parecía presentir y anhelar
el parto de la noche:
el alto limonero,
desnudo de alegrías,
tenía sus ramas plegadas,
porque ningún niño
deseaba ascender por ellas,
y la aburrida parra,
perdido su color
porque ningún juego
bajo ella se desplegaba,
no sabía graduar
los contrastes de luces y sombras
según le correspondiese...

Aquella madrugada,
rodeada de sombras y de distancias,
una mujer daba a oscuridad
un cuerpo inanimado,
cuyo espíritu se negaba
a entrar en el mundo,
hasta que, a los nueve días,
unas manos, con un golpe seco,
le arrancaron los recuerdos
que en conservar se empeñaba,
haciéndolo sentirse
como una herida sangrante...

Y comenzó a llorar.

El segundo que quiero recoger en estas líneas, recordando aquel momento, comienza a centrar el relato en la  noción de "herida", y dice así:

Las sombras
de los recuerdos que perdí,
la distancia
de la felicidad que antes gocé,
la frialdad
de la locura con que febrero
me acogió...
Todo eso,
en un solo momento,
un largo memento de nueve días
manchado en rojo
sobre pared blanca;
así es su sombra,
tan larga
como larga es la distancia
que llevo recorrida
y que aún no he dejado atrás,
y así es la mentira
que tan lejos me mantiene
de mi centro
y en cuyo interior
persisto.

domingo, 22 de noviembre de 2020

ÓPTICA AMOROSA

 



En el número 3 de la revista literaria El Celador, octubre de 1999, publiqué un poema titulado Óptica amorosa.

Lo escribí  algunos años antes de entrar en la Universidad, cuando tenía unos 17 años, No recuerdo si el Colegio Oficial de Médicos u otra asociación de médicos oftalmólogos repartió gratuitamente un pequeño libro sobre esta especialidad en el que se explicaban sus principales enfermedades. Me hice accidentalmente con el mismo, pero lo leí con mucho interés y tanto me gustó que me puse manos a la obra para escribir este poema, recogido en el poemario Poesías en la Red, el cual no tiene una temática como hilo conductor, sino que se trata de la recopilación de unos cuantos trabajos más o menos perdidos en el baúl de los tiempos olvidados.

1.
Si resulta verdad
que cuando el sabio mira
ve la sabiduría
y el necio necedad,
los ojos, más que espejos del alma,
son focos que su cualidad derraman.

Dos ojos con una visión perfecta,
derraman la belleza de su dueño,
pues nada hay que tuerza
su buen razonamiento.

si la visión no fuera pareja,
sobre sus miramientos,
demostrarían de qué pie cojea
y qué busca su dueño.

2.
Si dos ojos hacen una mirada,
que dos miradas reflejan su amor,
cosa es de geometría comparada
guardando paralela relación.

Dos líneas paralelas
en el horizonte son confluyentes,
mientras captan la esencia
de la incógnita del iris presente;
según el movimiento
que tracen las dos líneas divergentes,
es su enamoramiento.

¿Existe mayor belleza
que la de una mirada que refleja
los ojos que la contemplan,
extasiados en la común esencia?

3.
Dos miradas confluyentes
que observan el mismo objeto
y dos coronarias lentes
en un mismo sentimiento.

La mirada que se acorta
no logra ver la ilusión
y la esperanza de la otra,
en su miope frustración.

Una mirada que alarga
su hipermétrope mirar,
en atención encelada,
roba la intimidad.

Unos ojos divergentes
que buscan otro reflejo
fuera de lo sustrayente
de un estrabismo parejo.

Una mirada su ideal
persigue en distinto plano
del astígnata mirar
que su punto ha extraviado.


viernes, 13 de noviembre de 2020

TRES POEMAS A MI ESPOSA

 

 


 En abril de 1999 salió el primer número de la revista El Celador, en el que participé con dos poemas, uno de ellos, titulado Nuestro amor, estaba dedicado a mi esposa. Fue uno de los primeros que le compuse. Imposible ordenarlos todos cronológicamente, porque, por entonces, aún no tenía ordenador y, por tanto, el orden que mantenía en mis cosas era entre muy peculiar y escaso.

Esta revista, editada por la editorial Jamais (la misma que publicó Nuevos autores de la poesía española), alcanzó pocos números debido a la quiebra que sufrieron, pero tuvo su utilidad para muchos autores noveles.

Pero voy a centrarme en mi esposa y en algunos poemas a ella dedicados. En este ejemplar de El Celador incluí Nuestro Amor, que aquí recojo:

El amor, los dos lo sabemos,
Es mucho más que todo eso.
 No es solamente una balada
Compartida en una noche clara,
Al crepitar del fuego
Prendido por el deseo;
Ni la eterna sed de la arcilla
-que no retiene el agua que da  vida-
Siempre insatisfechos…

 No, los dos lo sabemos,
Es mucho más que eso.
 También es caminar juntos pisando
Las húmedas arenas en verano
Y las hojas marchitas
En los opacos días;
Abrir sendas, entretejiendo pasos
Donde el caminante no ha llegado,
Subiendo las montañas,
Bajando las vaguadas…
 
Pero también sabemos
Que es mucho más que eso.
 
Es de la alquimia, el caldero
Donde echamos cuanto tenemos,
Dejando que obre el fuego
Hasta que los dos sentimientos
Se tornen en un pensamiento
De deseado amor satisfecho.

 Porque entonces, y los dos lo sabemos,
Nuestro amor ya no es tan solo nuestro.


Fuera de esta revista, recogidos en un poemario titulado sencillamente A Carmen, se recogen otros cuantos, uno de los cuales es Con una palabra,  escrito muy al comienzo de nuestra relación, y que pueden leer a continuación:

Con una palabra,
Puedo decirte tantas cosas
Con una palabra,
Que sus sílabas se trastocan
Conjugando las emociones
Que tu me despiertas;
 
Con una palabra,
Puedes decirme tantas cosas
Con una palabra,
Que mis latidos se dilatan
Para no perturbar tus labios
Mientras me hablas;
 
Con una mirada,
Puedes corresponder tantas cosas
Con una mirada,
Que más palabras
Ya no harían falta.


Y para terminar esta breve selección, el poema En ese lugar:

En ese lugar donde crece el viento
Articulando luz en las cascadas,
En ese lugar donde el sentimiento
Se vierte en las palabras,
Dándole nacimiento
A la doble mirada;
En ese lugar,
Donde el límpido resplandor del cielo
Lleva a compás la luz de la alborada,
En ese lugar donde el pensamiento
Tiene la sangre clara,
Dándole nacimiento
La voz enamorada;
En ese lugar,
Cuando llegue el momento
De partir de esta casa,
Contigo quiero estar.



domingo, 8 de noviembre de 2020

A BAEZA, UN POEMARIO DEDICADO A MACHADDO

 

 


Como esta entrada está dedicada a Antonio machado, nada mejor que abrirla con Joan Manuel Serrat interpretando uno de los temas más famosos del poeta: sus Cantares.
 Hice, junto con mi familia,  un viaje por por Jaén, durante el cual visitamos Baeza, uno de esos lugares vitalmente vinculados a Antonio Machado, lo mismo que Sevilla y Soria. Entre otros sitios,  visitamos el aula donde el maestro daba clases, un sitio que me hizo recordar esa obra que tanto admiro, su Juan de Mairena. Esta foto es de la mesa a la que se sentaba Machado para impartir clases.



Aquel día, recorriendo algunos de los paseos y plazas que recorrieron los pies del maestro, comencé a escribir un breve poemario titulado  A Baeza y del que aquí quiero dejar constancia con tres de sus poesías.


Esta es la segunda de este poemario.

Otoño.
El frío inunda las calles de Baeza
Como si quisiera cuidar su historia,
Conservando la piedra
Que mantiene vivos tiempos de gloria.
Hasta las más recónditas moradas
Se cuela insomne el frío,
Esculpiendo sobre tierra pisadas
Que nos hablan de abolengo y señorío,
Y en los claros espejos las miradas
Que buscan horizontes sin olivos.
Otoño,
Cuando Antonio Machado respira
Por primera vez el aire de Baeza.
Llevando todo su  equipaje arriba.
De soledad y pena
Lleva rebosando su corazón,
Porque allí, dentro, muy dentro, le falta
La viva luz que le daba Leonor.
Llega, plegado su negro paraguas
Y puesto su sombrero bajo el sol,
Buscando la certidumbre de un aula.

 Esta ocupa el sexto lugar:

 Antonio, te imagino
Paseando lentamente por la Plaza
Del Mercado Viejo, buscando un sitio
Para darle riendas a tu mirada.
Las dos preclaras fuentes
A sus devotos públicos congregan:
La de la Victoria, cambia la suerte;
En cambio, la de la Estrella, la aumenta,
Preguntándote te quedas
Acerca de esta pertinaz especie
Que asaz satisfecho a nadie lo deja,
Aunque solo vivir soñando quede
Alrededor del kiosco
De música, donde sus piernas tejen
Dentro de un baile de pasos hermosos
Que recorre vida, fulgor y muerte.
 
 Y esta última, es la novena:

 Los chicuelos corren y curiosean,
Vienen, se arremolinan y separan,
Devotos incansables, se pelean
Y dejan las paces para mañana,
Al buen dictado del pater familia.
Aprenden a vivir malviviendo
Y a, perdiéndola, ganarse la vida
Cual si se tratara solo de un juego.


lunes, 2 de noviembre de 2020

LA INFLUENCIA DE BÉCQUER

 


  Decía en una entrada anterior que empecé a escribir bajo la influencia de Gustavo Adolfo Bécquer. Así es, pero no menos cierto es que, ya antes que él, estuvo la de Antonio Machado, a propósito de la cual contaba la anécdota de que, en una clase de Literatura y Lengua Española, leí el poema Castilla y de inmediato escribí uno, Andalucía,  a su semejanza; se lo enseñé a D. José Manuel, el profesor que nos daba esa materia, lo leyó en uno de sus interminables paseos a lo largo de las filas de pupitres y me lo devolvió sin decirme ni una palabra. Pero de inmediato, cosa, por lo demás, propia de aquellos años adolescentes, la influencia de Bécquer.

Cuando se habla de Bécquer,el principal poeta del romanticismo español, la atención se suele centrar en esta temática, la cual en aquellos años fue muy importante para mí. Pero no menos lo ha sido el otro tema capital en la producción literaria becqueriana, la muerte, un tema al que he dedicado dos libros completos y otros muchos poemas sueltos, con lo que, a la postre, ha tenido en mí mayor trascendencia que aquél.

La forma que usaba Bécquer era la lira, una estrofa (versos asonantes de siete y once sílabas métricas ordenados según el deseo del autor) muy flexible y propia de la rebeldía romántica frente a otras más clásicas y rígidas, como el soneto. y con la lira comencé a escribir. Curiosamente conservo pocas poesías escritas así, porque enseguida di el paso hacia otras estrofas más típicas de Machado, como el romance o el soneto, con lo que ambos poetas compartieron su influencia.

Aquí pongo una de tema romántico, un tanto becqueriana, perteneciente a mi primer poemario, Mirando adentro, del que ya he hablado en varias entrada:

Cuando el sol extiende su manto rojo
y fijo mis pupilas en tus ojos,
la paz inunda mi pecho
desde el frágil firmamento.


En el mismo poemario y en la misma línea, este otro poema:

Un temblor invertebrado
recorre mi columna vertebral
desde el géiser de tu abrazo
a la médula de mi identidad.

Y acabamos esta entrada con  este soneto, titulado Cuando tú sales:

Cuando tu sales, el sol amanece
y las estrellas se cierran cual flores,
eclipses en celo de tus amores;
cuando tu sales, mi cuerpo amanece.
 
Cuando tu sales, canta la primavera
con la purpúrea luz de Andalucía,
bullendo en mi reloj de cada día,
palpitando en tu fruta mañanera.
 
Sales en un murmullo de primores,
trinos del esplendor de la mañana
por versallescos pájaros cantores.
 
Pero cuando te quedas en casa,
suena para mi la pena temprana,
mientras tu mano mi desdicha amasa
 
con el ritmo de luto en la campana.


y para acabar esta selección, un poema de Aromas nocturnos, titulado Pretérito imperfecto:

En esas lentas tardes
que pasan en pretérito imperfecto,
se sacuden los trajes
de los imberbes sueños.
Como en esta blanda tarde de otoño;
que todo está vivido
aún antes de que se asiente el poso,
dado por fenecido
sin que más alboroto
se produzca dándolo por caído.

 

Así pasa. Sin verse;
hasta que un sueño va tomando cuerpo,
deseando ser perenne,
afanoso en su empeño.


La tarde va tomando su color,
mezclando el azul con los tonos rosas,
añorando los afanes del sol
sobre la húmeda tierra arcillosa.
Entonces el viento se despereza
y sacude sus ramas,
logrando que me mueva
y deje de estar en profunda pausa.


Don Luis de Góngora y Argote

  Dentro del siglo de Oro de la literatura española, quizás sea Góngora el más dejado de laado o incluso desconocido. la Generación del 27 l...