Así se llama el poemario número 15 que escribí, allá cuando era el año 2003, concretamente entre los meses de enero y febrero, Los dos patios de mi infancia, una obra en la que miraba hacia atrás, recordando aquella casa donde nací y donde transcurrieron muchos años de mi infancia y adolescencia, hoy cerrada y probablemente con sus interiores en ruina, así como las vivencias y sueños que allí tuve.
Este poemario consta de un poema inicial titulado Aquella madrugada y de sus cuatro partes, llamadas respectivamente Los dos patios, Los cambios, La lluvia y La herida, un largo ir descubriendo el engaño, la mentira o la herida, como se prefiera llamar, en que vivía.
Voy a recoger en esta entrada el poema inicial, aquella noche, y el que da comienzo a la cuarta parte. El primero está íntegramente referido al momento de mi nacimiento y dice así:
la parturienta oscuridad
buscó refugio
en un solitario patio
de Alcalá de Guadaíra,
que parecía presentir y anhelar
el parto de la noche:
el alto limonero,
desnudo de alegrías,
tenía sus ramas plegadas,
porque ningún niño
deseaba ascender por ellas,
y la aburrida parra,
perdido su color
porque ningún juego
bajo ella se desplegaba,
no sabía graduar
los contrastes de luces y sombras
según le correspondiese...
rodeada de sombras y de distancias,
una mujer daba a oscuridad
un cuerpo inanimado,
cuyo espíritu se negaba
a entrar en el mundo,
hasta que, a los nueve días,
unas manos, con un golpe seco,
le arrancaron los recuerdos
que en conservar se empeñaba,
haciéndolo sentirse
como una herida sangrante...
Y comenzó a llorar.
El segundo que quiero recoger en estas líneas, recordando aquel momento, comienza a centrar el relato en la noción de "herida", y dice así:
la distancia
de la felicidad que antes gocé,
la frialdad
de la locura con que febrero
me acogió...
Todo eso,
en un solo momento,
un largo memento de nueve días
manchado en rojo
sobre pared blanca;
así es su sombra,
tan larga
como larga es la distancia
que llevo recorrida
y que aún no he dejado atrás,
y así es la mentira
que tan lejos me mantiene
de mi centro
y en cuyo interior
persisto.