Decía en una entrada anterior que empecé a escribir bajo la influencia de Gustavo Adolfo Bécquer. Así es, pero no menos cierto es que, ya antes que él, estuvo la de Antonio Machado, a propósito de la cual contaba la anécdota de que, en una clase de Literatura y Lengua Española, leí el poema Castilla y de inmediato escribí uno, Andalucía, a su semejanza; se lo enseñé a D. José Manuel, el profesor que nos daba esa materia, lo leyó en uno de sus interminables paseos a lo largo de las filas de pupitres y me lo devolvió sin decirme ni una palabra. Pero de inmediato, cosa, por lo demás, propia de aquellos años adolescentes, la influencia de Bécquer.
Cuando se habla de Bécquer,el principal poeta del romanticismo español, la atención se suele centrar en esta temática, la cual en aquellos años fue muy importante para mí. Pero no menos lo ha sido el otro tema capital en la producción literaria becqueriana, la muerte, un tema al que he dedicado dos libros completos y otros muchos poemas sueltos, con lo que, a la postre, ha tenido en mí mayor trascendencia que aquél.
La forma que usaba Bécquer era la lira, una estrofa (versos asonantes de siete y once sílabas métricas ordenados según el deseo del autor) muy flexible y propia de la rebeldía romántica frente a otras más clásicas y rígidas, como el soneto. y con la lira comencé a escribir. Curiosamente conservo pocas poesías escritas así, porque enseguida di el paso hacia otras estrofas más típicas de Machado, como el romance o el soneto, con lo que ambos poetas compartieron su influencia.
Aquí pongo una de tema romántico, un tanto becqueriana, perteneciente a mi primer poemario, Mirando adentro, del que ya he hablado en varias entrada:
y fijo mis pupilas en tus ojos,
la paz inunda mi pecho
desde el frágil firmamento.
En el mismo poemario y en la misma línea, este otro poema:
recorre mi columna vertebral
desde el géiser de tu abrazo
a la médula de mi identidad.
Y acabamos esta entrada con este soneto, titulado Cuando tú sales:
y las estrellas se cierran cual flores,
eclipses en celo de tus amores;
cuando tu sales, mi cuerpo amanece.
con la purpúrea luz de Andalucía,
bullendo en mi reloj de cada día,
palpitando en tu fruta mañanera.
trinos del esplendor de la mañana
por versallescos pájaros cantores.
suena para mi la pena temprana,
mientras tu mano mi desdicha amasa
y para acabar esta selección, un poema de Aromas nocturnos, titulado Pretérito imperfecto:
que pasan en pretérito imperfecto,
se sacuden los trajes
de los imberbes sueños.
Como en esta blanda tarde de otoño;
que todo está vivido
aún antes de que se asiente el poso,
dado por fenecido
sin que más alboroto
se produzca dándolo por caído.
hasta que un sueño va tomando cuerpo,
deseando ser perenne,
afanoso en su empeño.
mezclando el azul con los tonos rosas,
añorando los afanes del sol
sobre la húmeda tierra arcillosa.
Entonces el viento se despereza
y sacude sus ramas,
logrando que me mueva
y deje de estar en profunda pausa.
La poesía de pretérito imperfecto me parece como todas simplemente genial.
ResponderEliminarYa noto como en muchas otras de tus poesías ese deje nostálgico que me encanta,también tu gusto por dejar la acción al sueño.
Los sueños, el estado de pausa... pertenecen al mundo de lo inconsciente.
ResponderEliminarEn ese poema se explora uno de esos momentos en que, desde el inconsciente, comienza a aflorar una idea...