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jueves, 17 de febrero de 2022

ROCÍO G., CANTANTE

 


De pronto, un día, te encuentras con alguien que te sorprende haciendo cualquier  cosa, como por ejemplo cantar, por su técnica vocal, por la pasión con que interpreta cada tema… porque hace una de su arte y su vida.

Así me ocurrió con Rocío García Jiménez, o Rocío G., una cantante desconocida para el gran público, pero muy apreciada y aún más valorada dentro del círculo, cada vez más amplio, en el que se mueve.

Con 19 años fué descubierta por Estrella González, una cantante profesional que la contrata para la grabación de su disco en el Estudio Alta Fecuencia, situado en la calle Goles, de Sevilla, y también compone su primer tema, Tela de araña, que sale como single. y esa temporada la acompaña en las galas...

Después se centra en su formación hasta que, hace dos años, conoce en un casting a Javi Osuna, del estudio Amfi-Osuna, con el que graba el tema que abre esta entrada, Procuro olvidarte, una versión del conocido tema de Manuel alejandro con arreglos del propio Javi Osuna y con Antonio Carrión a la guitarra.

Desde entonces, su vida artística no ha parado de crecer. Está llamando a las pjuertas de muchos medios audiovisuales que no dudan en abrirle sus puertas, como por ejemplo para que actúe en la gala de fin de año de Onda Capital en la TV de La Algaba.  Realmente, merece la pena que le dediquemos nuestra atención.

Para cerrar, otro de sus temas, Ya te olvidé, que, aunque lo parezca, no tiene nada que ver con el anterior.




viernes, 11 de febrero de 2022

A MARÍA EUGENIA


A veces la vida nos sorprende. Ocurre cosas que parecen sacadas de una película, como la que me sucedió hace dos días. Me llegó un e-mail de mi editorial diciéndome que alguien se había interesado por contactar conmigo, pero que por la Ley de Protección de Datos no le podían dar mis señas de contacto, pero que le ofrecieron la posibilidad de pasarme a mí los suyos. Y, previa autorización de esa persona, me pasaron su e-mail. leí los correos que entre ambas partes se habian cruzado y que esa persona, desde la Argentina, había firmado como Dra. María Eugenia Z.
Sorprendido, empecé a escribirle. Mientras iba redactando unas tres línras muy concisas y formales, fúi reparando en algunas cosas. Primero, en su nombre, María Eugenia, que casualmente era el nombre de una amiga con la que mantuve correspondencia postal cuando tenía unos 17 años. Después, en que las dos eran argentinas. ¿No era mucha causalidad? y después, el apellido. No lo recordaba, pero a los pocos minutos, antes de terminar de escribir esas líneas ya mencionadas, estaba convencido de que ese era su apellido:¿era ella? ¿al cabode más de 40 años de haber perdido el contacto?

Añadí otras líneas contándole estas pensamientos, cómo había pasado, siempre dentro de la inicial sorpresa, desde la sospecha al convencimiento. y efectivamente, a los pocos minutos me respndió confirmando que era la misma. Una amistad más que renacida, continuada.

Por aquellos años, le dediqué un poema que paso a compartir con vds, cosa que, a excepción de con ella, nunca antes había hecho.

El profundo mar se extiende implacable;
vos a un lado, a otro yo, tan distantes
en las palabras,
no en el alma.
 
Yo y, que me siento tan solo y tan triste,
preciso tu recuerdo
de amistad infalible
y seguro consuelo.
 
¡Cuantas cosas que recordar juntos
tenemos, que conjunto
de grandiosas tristezas y alegrías
en todos nuestros días!.
 
Hemos ido aprendiendo
cosas que nos alegraron o hirieron,
que siempre compartimos
como buenos amigos;
 
mas, ¿Qué recordar ahora,
si todo se me agolpa?:
¿a Diana, aquella amistad perdida
en la aurora del día?,
¿o los amores falsos, sin verdad?...
¡dejémoslos atrás!.
 
No te entristezcas, hermana del alma,
y piensa en el mañana:
tendrás ese sol que tanto has deseado
reluciendo en tus manos
y los árboles te darán sus frutos,
hijos de tu futuro.
 
Guarda las ilusiones
y no las malgastes, como hice yo,
tan lleno de temores
que no me supe entregar al amor,
y me fui perdiendo en banalidades
carentes de deidades.
 
No, no recorras mi mismo camino,
tampoco te impacientes;
espera que se cumpla tu destino,
grácil, sin sierpes;
 
No, no cometas mis mismos errores,
tampoco los contrarios;
tranquila, descansada de temores,
deja lejos lo amargo;
 
te aseguro que tienes en la mano
cuanta felicidad
desees, y solo te queda esperar
que se vaya cumpliendo paso a paso.
 
Maria, no corras, no te precipites,
que podrías lamentarlo;
tómalo cuando arribe,
frágil, sin ahuyentarlo
 
con vanas ligerezas;
mas bien hazlo con manso delicadas,
que el ruiseñor no se vea preso en jaula
de mil besos de seda
 
hasta que te lo pida a pleno grito:
“¡ven, amor: te preciso!”.


Don Luis de Góngora y Argote

  Dentro del siglo de Oro de la literatura española, quizás sea Góngora el más dejado de laado o incluso desconocido. la Generación del 27 l...