Semejante a la luz de una vela
mortecina,
una vez agotada la cera que la sostiene,
cuyo postrer fulgor impresiona mi
retina,
se repliega la vida cuando la
aurora viene
tendiendo, de redivivos recuerdos, un puente
hecho de una luz distinta a todas
las demás,
sobre la silenciosa noche
resplandeciente,
dejando sus vacíos y oquedades
atrás.
Florecen los
sentimientos que había escondido
detrás de su porte serio y
trabajador,
y
mengua todo aquello que había conseguido;
la ternura aparece sin
disimulaciones,
la presencia de sus hijos pide con
amor,
sintiendo cómo lo sofocan las emociones.
Después de un tiempo de descanso, si puede decirse así simplemente por haber estado alejado de este blog, vuelvo a tomarlo incorporando en esta entrada un soneto escrito el mismo día, el 8 de febrero del 2000, en que falleció mi suegro; queda en su memoria. Este poema está incluido en el que es, por ahora, mi último libro, Casa con tres galerías, el número 48 de mis poemarios.
Y, por otra parte, la edición del que será ,mi segundo libro en solitario está ya casi acabada. queda por hacer la que espero sea la última corrección de la tripa y la cubierta. Llevará por título Jirones de niebla. En la próxima entrada trataré del mismo más extensamente.
Bonita y entrañable poesía lo has calcado.
ResponderEliminarGracias.
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