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miércoles, 23 de diciembre de 2020

FELICES FIESTAS DE NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO 2021



 Que este año 2020 quede atrás. con todo lo que ha supuesto en contra de la salud pública en todo el planeta y con todos los problemas socio-económicos que ha supuesto para todos sus habitantes, nosotros, todos nosotros, vivamos donde vivamos lo hemos padecido. Que este año quede atrás y, a ser posible, en el olvido.

Y que el año entrante venga cargado de todo lo que el saliente nos quitó, toda ese equilibrio físico y mental que nos puso en juego y toda esa estabilidad en nuestras relaciones amistosas,sociales, económicas... Que lo perdido regrese con las campanas del nuevo año. 

Pero especialmente para esos héroes de los servicios sanitarios que tan maltratados han sido en su trabajo mientras daban todo su esfuerzo por mantenernos a salvo, a todos los servicios públicos que se han desvivido por darnos vida, a los mayores, una edad que comenzó siendo víctima directa de la enfermedad... y así a todos los ciudadanos de este planeta llamado Tierra.

viernes, 18 de diciembre de 2020

DOS RETRATOS Y DOS CUADROS

 


En un comentario que dejé a la entrada anterior, hablaba de que Arco de Cuchilleros ocupa el tercer lugar dentro de la serie Siete cuadros y retratos y que éstos son unos poemas rescatados del olvido e incluidos dentro de Aromas nocturnos. Pues bien, como terminaba diciendo en ese comentario, hoy toca recordar algunos de esos cuadros y retratos.

los títulos de los siete son los siguientes: Anónimo retrato con palillo de dientes, Antónimo retrato espumoso, Arco de Cuchilleros, Olas de la playa, La luz de la farola, Plaza de toros y Trapecistas. Y cada uno de ellos responde a un estilo pictórico distinto, pues hay desde el realista hasta el impresionista, desde el que se limita a narrar lo observado hasta el que proyecta algo de su estado interno en el objeto externo observado. En todo caso le dan a Aromas nocturnos algo que después se expresaría más nítidamente en Cuatro paisajes y otros poemas: mi gusto por expresar pictóricamente mi estado interior.

Veamos algunos de estos cuadros y retratos:


ANÓNIMO RETRATO  CON PALILLO DE DIENTES

Un viejo, echado sobre una mesa,
cuenta con vahídos de borrachera
su embriagadora vida displicente,
neblina dibujada con palillo.
Maestrante catador de malos vinos
escurridos entre dispersos dientes.
Por los que una aceituna se cae
sin que adivinarse pueda a qué sabe
ni el color de ese palillo de dientes
que se empeña en llevarse el retrato
en vez de funámbulo propietario.

 

ANTÓNIMO RETRATO ESPUMOSO

Levanta la copa, brindis al sol,
hablando de su celebrado amor
que reparte y comparte destellos
burbujeantes de su gran corazón,
con sus altos, verborreantes anhelos,
mientras que ella su liviano silencio
sostiene sobre su falda plisada
de espumosa negativa callada…
Hasta que, rotas transparentes copas,
chismeante cava rosado se agota.

 LA LUZ DE LA FAROLA

La luz de la farola
el viento se la lleva
entre diáfanas olas
de lloviznas dispersas;
 
la luz de la farola,
la luna piropea
entre neblinas mozas
de piernas ligeras;
 
la luz de la farola,
la nieve la apedrea
con las blancas corolas
de floridas esferas.

 TRAPECISTAS

Trapecistas en el aire,

con sus vidas en vilo,

buscando un punto de amarre

en el cóncavo infinito.

 


ALGO DISTINTO

 


Entre abril y mayo del año 2002 escribí mi décimo poemario, Cuatro paisajes y otros poemas, una obra en la que recurría a los paisajes para dejar testimonio de mi estado anímico.

la obra comienza con Un trozo de nada, cuyo título ya es bastante descriptivo del momento que estaba viviendo, y a continuación viene el tema Invierno, que aquí les dejo:

La tierra está desnuda,
sin una hoja de verdor,
un pétalo de color
ni una azada de labor,
nada
puede verse
que presagie su despertar.
Le falta una mano
que la ablande,
que la germine,
que la mantenga cuidada
para que la vida
vuelva a brotar de nuevo...
 
Así son estos días
en los que mi piel
echa en falta
los cuidados
de unas manos atentas
a que mis ojos tengan el brillo
que es suyo,
a que mis pies hallen el recorrido
que es mi orientación
y que mis cabellos tengan la soltura
de la obra acabada.
 
Así son,
lo sé;
pero no me acostumbro
a esta soledad.

Después, van los temas, Babel, Vacío, Marina con gaviotas, Luna y Gris, que a continuación comparto con ustedes:

El sol, camuflado de rojo,
se inventaba un disfraz
de enfermiza palidez
cubriéndose de  grises nubes,
a las que los inquietos aires
les exprimían sus tibias aguas,
dejándolas caer mansamente.

 

            Mi corazón, dolorido,
            sangrantes mis heridas,
            con el tacto perdido
            y quebrada mi vista,

 

Las humildes arenas,
besando mis pies, sopesaban mi cuerpo
y modelaban mi ánimo,
dejando sobre mi piel el testimonio
de mi quebradizo andar.

 

            busco la complacencia
            y me encuentro engañado
            por la misma ceguera
            que me mantiene atado

 

Con los ojos semicerrados,
siguiendo las ondulaciones de las olas,
me coagulaba entre las dos humedades
y habitaba en la inferior,
en el caballo de galope ligero
que va dejando tras si la estela blanca
del anguloso rompeolas,

 

            a la imagen soñada
            y esculpida en barro,
            imagen adorada
            durante siete años.

 

Porque ansiaba conocer los inagotables secretos
de la enroscada caracola,
el código morse de las confabuladas estrellas
y el sabor de la fresa
y el color de la rosa,
que se funden en la fruta madura...

 

            ¿Para qué tanto dolor,
            para qué sirven mis callos,
            dónde nace la tensión
            que ensortija mis manos?

y el libro continúa con  Algo distinto, que fue el primer tema que le dediqué a mi esposa, escrito apenas la conocí:

Este día ha sido distinto
a todos los demás;
no sé qué es,
quizás un sabor
como el chocolate
derritiéndose en la boca
que sonríe
reflejada en unos ojos,
rescatando del otoño
una hoja del almanaque,
o un olor
como la tierra fresca
lista para la siembra,
exhalando a los aires
sus húmedos efluvios,
algo
que se pone a toquetear
en las teclas del piano
de las emociones,
no sé...
Pero hoy lo he sentido
recorrer mi piel
con paso de hormiga,
erizarme los vellos
y, aunque hacía calor,
dejarme temblando.
¿Qué era
ese algo distinto
que ha tenido este día?

y finaliza con Negro,  Mis ojos, Tus huellas, ¡Cómo me gustaría! y  ¡Cuántos logros por alcanzar!, estos tres últimos igualmente dedicados a mi esposa, con la diferencia respecto al que antes les compartía de que ya si sabía a quién le estaba escribiendo y por qué.



sábado, 12 de diciembre de 2020

ARCO DE CUCHILLEROS

 


El Arco de Cuchilleros es una de las entradas más afamada a la Plaza Mayor de Madrid. Durante los años que pasé allá, mis viejos tiempos de estudiante, recorrí esa calle muchos días, unas veces camino de la Estación de Atocha, otras de la Puerta del Sol, otras... siempre partiendo desde donde me alojaba, en la Calle Marqués de Urquijo, junto al metro Princesa.

Muchos pintores se han fijado en este arco y uno de esos cuadros, de estilo naif y que abre esta entrada, ha estado muchos años ocupando un rincón de mi salón. Y durante todo ese tiempo me ha traído a la memoria tantas cosas en las que participé o que me pasaron por aquellos entonces... y en él me inspiré para hacer una poesía que también estuvo muchos años olvidada, perdida entre tantas papeles desordenados, pero felizmente recuperada e incluida en un poemario, el sexto que escribí, sin más razón que su tema se prestaba a ser incluido en una obra de temática tan amplia como la recogida en Aromas nocturnos.

Dice así este poema:


De cansada arquitectura cimbreada,
se ha quedado en mi memoria fijada
la casa prodigiosa,
líneas esplendorosas,
que da entrada a la Plaza Mayor.
Allanado  clamor
de tunos oficiantes
de alguna ocurrencia festejada
entre los variables representantes
del castizo humor.
La cada, que simula estar sentada
a la mesa camilla
que le regala gentil la escalera,
soporta balcones y ventanillas,
florecientes macetas,
gatunas desconchadas buhardillas
y curiosa chimenea mugrienta.
Las ventanas, cerradas,
No hay ropa tendida…
Como si el cansancio apadrinara
las labores cansinas
que, sobre el alto Arco de Cuchilleros,
realizan los hambrientos,
cansados madrileños,
untando con hogareña mantequilla,
de la pared sesgada,
su tostada levadura de sueños.


jjjjjjjj

 bbff

viernes, 4 de diciembre de 2020

LA ISLA DE LOS MUERTOS

 

 En una entrada anterior, titulada La influencia de Bécquer, comencé a hablar de hasta qué punto este autor me influyó allá en mi adolescencia y juventud, cuando escribí mi primer libro, Mirando adentro, bajo la temática amorosa, y hoy quiero seguir haciéndolo acerca de cómo su influencia bajo la segunda gran temática del romanticismo, la muerte, ha seguido muchos años después. Decía en aquella entrada citada al comienzo:

 “Cuando se habla de Bécquer, el principal poeta del romanticismo español, la atención se suele centrar en esta temática, la cual en aquellos años fue muy importante para mí. Pero no menos lo ha sido el otro tema capital en la producción literaria becqueriana, la muerte, un tema al que he dedicado dos libros completos y otros muchos poemas sueltos, con lo que, a la postre, ha tenido en mí mayor trascendencia que aquél.”

 Hoy quiero centrarme en un libro, mi poemario número 43, un libro con una historia no sé si larga o corta, quizás según nos fijemos en todo lo previo a su escritura o en su mera concepción. Este poemario se titula Dies irae y lo escribí entre noviembre del 2012 y enero del 2013, una obra debida directamente al fuerte impacto que habían producido en mí dos obras, un grabado, La isla de la muerte, recogido como apertura de esta entrada, de Arnold Böcklin (1806) y un Poema Sinfónico (Opus 29) de Rachmaninov, cada uno de ellos previamente en un momento distinto y en aquel noviembre juntas. Pero es que, además, Böcklin había estado bajo la influencia de un monje franciscano, Tomás de Celano (XIII) y de su poema Dies Irae.

 Si guardo un orden cronológico, Tomás de Celano, coetáneo de S. Francisco de Asís y autor de sus dos primeras biografías, escribió también un poema considerado el mejor del latín medieval,  del que copio sus primeros versos:

 El día de la ira, ese día 

el mundo se reducirá a cenizas,

según atestiguan David y la Sibila.

 

¡Cuán enorme temor sobrevendrá

cuando el Juez haga acto de presencia

para juzgarlo todo con rigor!

 Un poema que impresionó vivamente a Böcklin, tanto como para que hiciera varias versiones del tema, algunas de las cuales se han perdido, unos grabados que plasman la imagen que transmite el poema: una isla hacia la que navega Caronte, llevando a bordo de su barca a un difunto. Y Rachamaninov construye todo su relato sinfónico alrededor de los chapoteos del remo sobre el agua. A continuación les invito a que disfruten de la interpretación de esta obra por la Simón Bolívar Symphony bajo la dirección de Manuel López-Gómez.


 Mi Poema sinfónico opus 43 Dies Irae comienza con esta estrofa en la que se mezclan todos los temas que desarrollaron Celano, Blöcklin y Rachamaninov:

 Cinco sonidos, dies irae,
Sus ecos llegan, dies illa,
A los pies de aquel que mira
Los siglos hechos cenizas.

 Y después vienen las cinco partes en que está dividida esta obra. Vamos a recorrer las estrofas iniciales de todas ellas. La primera, la lucha frente a la agonía, dice así:

 La bruma todo lo llena:
Hasta mi propia conciencia
De esta bruma parece hecha.
Lo que antes como certeza
Tenía, en bruma queda
Y en ella como inconsciencia.

 La segunda, la certeza de la muerte, lo hace con estos versos:

 Cinco sonidos son cuanto yo siento,
Cinco sonidos que recordar quiero
Dentro de la mortaja que es mi cuerpo,
Pues, si vida tuve, tendré recuerdos:
Se quedaron en cenizas mis tiempos.
Pero yo, si viví algo verdadero,
Algo que no se llevasen los vientos
Sino que yo lo soy, como un lucero
Brillará dentro de mis ojos yertos.

 La tercera, el camino hacia la Isla, comienza así:

 Cinco sonidos para un movimiento:
Mis pies sienten el frío en que me muevo,
Cinco sonidos, cinco chapoteos
Me muestren delante de mí al barquero,
Con cinco golpes llevándome lejos,
Lejos de la vida, lejos del cuerpo,
Cinco sonidos para un movimiento:
La barca que se mece en el silencio
Y en la bruma deja su chapoteo.
Perdidos los abalorios del tiempo.

 En la cuarta, el diálogo del difunto con la muerte, comienza con estas líneas:

Blanca bajo tonos grises, la veo,
Larga túnica cubre al barquero.
A través de la bruma y sobre el velo
De profundas aguas hunde su remo,
Repitiendo los cinco movimientos,
Cinco sonidos que alzan alas de eco.
Las gaviotas responden desde el cielo
Y todas las voces dejan su verbo;
Solo yo permanezco fuera: quieto.

 Y en la quinta, la llegada a la Isla:

 De mis quietos pies cesa el movimiento:
Queda atrás la bruma sin que haya viento
Y delante de mí no hay barquero.
Mis pies en el agua, cesa el cimbreo,
Mis pasos no dejan huella en el suelo,
Playa agosta que da a un canino estrecho
Que sube, la oscuridad como techo.
Doy desorientados pasos inciertos,
Dentro de mis ojos, la bruma llevo.

La obra de Rachmaninov concluye con un estallido de vida; la mía, siguiéndola, acaba con esta estrofa:

Cada gota de agua alumbra un lucero
con los que se dibuja el planisferio
cuyas calles llenaré con mi aliento;
cada gota es un pez, alas al viento,
cada gota, un dorado sentimiento
que busca llenar todo un pensamiento,
las manos repartiendo azules cielos,
las ventanas abiertas a los sueños
que llenan de arena el reloj del tiempo.


Don Luis de Góngora y Argote

  Dentro del siglo de Oro de la literatura española, quizás sea Góngora el más dejado de laado o incluso desconocido. la Generación del 27 l...